Inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía, empujaba un poco con la cabeza y POP, ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca.
Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa, a causa de no se sabe que macana en la flexibilidad de las fibras de ese cristal que era muy fibroso. En seguida inventaron el caza moscas con un terrón de azucar adentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternización con estos animales dignos de mejor suerte.
Ningún comentario:
Publicar un comentario