
Clara intenta abrirse un hueco en una comisaría machista y altanera -al menos encuentra el remanso en brazos de su burgués y comprensivo marido- mientras investiga su primer homicidio: el de un confidente yonqui. "Soy la jodida madre superiora en un internado masculino, la profesora de ética en un aula de pandilleros, la mordaza, la censura (...) Ésa soy yo, la que molesta. La oveja negra", se dice para sus adentros Clara amargada.
Una historia negra a la que Castro, editora, ha añadido a última hora unas dosis de venganza laboral colectiva tras sufrir una traumática experiencia en la que prefiere no entrar. "Por mí y por todas mis compañeras, como en el escondite". "No soy una persona vengativa. Tengo la ironía gallega. Hay dos o tres alusiones bien hermosas y espero que, al menos en el entorno del aludido, se sepa que es él o ella", precisa maliciosa. Un "pataleo" que ha canalizado con una prosa cargada de humor, con anécdotas reales y nombres que recuerdan a más de uno.
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