El árbol de la ciencia puede ser considerada como una de las obras maestras de Pío Baroja. En ella, un estudiante de medicina con pasión por aprender, asiste impotente a las clases de unos profesores farsantes, sin ganas de enseñar que representan a una sociedad corrompida donde sólo importan las apariencias.
Andrés Hurtado, el protagonista de esta novela, llega a la universidad de Madrid con ganas de aprender, de que le enseñen la verdad. Como respuesta, sus profesores acuden a dar las clases desganadamente, sin esforzarse lo más mínimo y preocupándose más por quedar como unos sabios que por la educación de sus alumnos. Ante estas circunstancias, Andrés va a tomar una postura pesimista, no sólo ante sus estudios, sino ante el mundo en general. Esta actitud la va a mantener durante toda su vida, incluso cuando concluye se carrera y se dedica temporalmente a la medicina va a sentir antipatía por una buena parte de sus pacientes y compañeros de trabajo, también muestra su disconformidad por las tradiciones típicas de la España rural del siglo XIX.
Es en esta época en donde Baroja ubica esta obra, y es en esta época cuando la ciencia comienza a adquir un papel fundamental en la sociedad española. Los jóvenes que disponen de medios como para cursar una carrera universitaria creen que el estudio de la ciencia va a ser la llave que les abra las puertas de su futuro, un futuro mejor con mayores avances tecnológicos, con mejores condiciones de vida y mejores condiciones laborales; todo ello sustentado por la ciencia.
La desilusión alcanza a estos estudiantes en general y a Andrés Hurtado en particular cuando comprenden que nadie les va a enseñar la verdad, la verdad en la que apoyarse para afrontar el futuro con garantías de éxito. Además de que cuando más conocen saben que más les queda por conocer, es decir, que cuanto más saben, más ignorantes se creen
Estas circunstancias son las que empujan a Andrés a la desilusión y a la desesperanza, cualidades que llegan a su cénit cuando el hermano menor de Andrés muere de tuberculosis. Es en este momento en el cual se siente más impotente, cuando, a pesar de ser un médico, comprende que no puede curar todo, sino sólo una pequeña parte, es decir, lo que la ciencia conoce, como la ciencia avarca muy poco, muy poco es lo que puede curar.
Tras este duro golpe Andrés afronta la vida con más desilusión si cabe. Pero es en el momento en que se casa con Lulu cuando comienza a alcanzar la felicidad. Felicidad que una vez más se ve truncada al nacer el hijo que esperaban muerto y al morir Lulu unos días después. Andrés, ante ésto no puede hacer más que rendirse y se suicida tomando un fuerte veneno.
Parece ser que lo único para lo que le sirvió su larga carrera de medicina fue para morir sin dolor, al menos sin dolor físico. Todo su ímpetu y sus ganas de concer se fueron desvaneciendo a medida que comprovaba que nadie le iba a enseñar lo que deseaba conocer, es más, ni siquiera él sabía lo que deseaba conocer. Ésto le llevó a la desesperación lo que le empujó a llevar una vida rastrera.
Por tanto, podemos concluir este resumen indicando que la ciencia, contrariamente a lo que todo el mundo cree, no conduce a la felicidad aunque si se usa de manera adecuada y no se espera de ella más de lo que puede darte, te proporcionará resultados satisfactorios.
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