16/04/10
[F]igúrate si te conoceré, si nunca me has hecho caso, Mario, cariño, jamás de los jamases, ni siquiera cuando te advertía que eran días malos, tú a lo tuyo, "no mezclemos las matemáticas en esto, "no seamos mezquinos con Dios", dale, claro que yo como un palo, a ver que esperabas, encima, y que digas que Dios nos ha tenido de su mano, que no soy de tener muchos hijos, por lo que sea, que si yo soy una de esas artesanas conejas que los echan a pares, para que te voy a contar.
Y luego, a la noche ni caso, que no he visto hombre más apático, hijo mío, y no es que a mí eso me interese especialmente, que ni frío ni calor, ya me conoces, pero al menos contar conmigo, que los días buenos los desaprovechabas y luego, de repente, zas, el antojo, en los peores días, fíjate [que] luego la que andaba reventada nueve meses, desmayándose por los rincones era yo, que lo que es tú con tus clases y tus tertulias tenías bastante, a ver, que así, cualquiera. ¿Y quieres más? ¿Es que crees que una es de cartón-piedra, que ni siente ni padece? ¿Es que no te dabas cuenta de mi humillación cada vez que estaba gorda y me negabas? [...] porque los días buenos no querías y en los malos, zas, se te antojaba, que eso sí, luego te molestaba hasta mi vientre. ¿Qué culpa tiene una de abultarse así, me lo quieres decir?
Pero para ti no había ya días buenos ni malos, que hay que ver la noche que empecé a hacerte cosquillas con el pie ¿te acuerdas?, una insinuación, a ver, que menudo respingo, hijo de mi alma, y, luego, sin venir a cuento, venga a hipar, como si te mataran, vamos, déjame en paz, que me dejaste fría, que al fin y al cabo, si yo hacía eso era por tu bien, que lo que es a mí...
¿No es natural que teniendo tú la primera clase a las once y estando yo bregando desde las nueve, te hicieras cargo del pequeñín? Sí, ya sé que son latosos, qué me vas a decir a mí, imagínate, un trago, pero es una cosa por la que hay que pasar, que los hombres a nada unos mártires, que me gustaría a mí verte dando a luz, uno y no más [...] que los hombres sois todos unos egoístas y el día que os echan las bendiciones, un seguro de fidelidad, ya podéis dormir tranquilos
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El tema del segundo nivel de lectura es la frustración e insatisfacción sexual de Carmen con Mario y, que obviamente es el tema que más nos interesa. A pesar de que el régimen franquista esperaba que la mujer casada procreara innumerables hijos para la patria, Carmen nos hace saber que ella nunca quiso tener tantos hijos: “[Q]ue no soy de tener muchos hijos, por lo que sea” (153). Sin embargo el gran reproche de Carmen a Mario viene por el hecho de que éste no respetaba la opinión de ella en cuanto a las relaciones sexuales:
ResponderEliminarLa frustración sexual de Carmen es evidente cuando aclara que durante la relación sexual ella estaba “como un palo” (153) con lo cual el coito se convertía en un penoso deber marital y, lo más significativo que Mario no tenía en cuenta los “días malos” (153). Carmen está frustrada sexualmente con Mario puesto que durante todo el relato nos sigue recordando que éste sólo quería mantener relaciones sexuales cuando a él le apetecía y no al revés, lo cual contradice el carácter tolerante y liberal de Mario:
Esta frustración de Carmen se convierte en humillación cuando Mario negaba a Carmen “[c]ada vez que estaba gorda” (45). Esta cita nos ilustra la contradicción del personaje de Mario; por un lado, es un intelectual provinciano frustrado con la situación política del momento y, por el otro un fracaso como marido al no colmar las expectativas de su propia esposa. A pesar de que Mario quiere que la hija, Menchu, estudie y se forme como una mujer independiente, en el caso de su mujer la perpetúa a vivir en su ignorancia y la mantiene en un estado constante de frustración emocional y sexual. Carmen intenta despertar el deseo de Mario pero fracasa y Mario sigue manteniendo relaciones sexuales con Carmen cuando a él le apetece, sin tenerla a ella en cuenta:
El hecho de que Carmen se lamente varias veces de lo mismo nos reafirma la noción de que Mario es un personaje contradictorio y un reflejo de la sociedad patriarcal al tratar a su mujer de forma opuesta a lo que predicaba. Carmen, por el otro lado, se queja repetidamente de su frustración y de la poca ayuda que recibía de Mario para las tareas de la casa o la educación de los hijos