Hoy he tenido que desayunarme con este reportaje y os aseguro que, a pesar de la preciosa mañana que teníamos, se me ha indigestado. Desde hace varios días podemos ver manifestaciones en apoyo del juez Garzón por haberse atrevido a investigar los crímenes del franquismo, pero con la Iglesia parece que aún nadie se atreve a pesar de todas las barbaridades que ha cometido y sigue cometiendo con total impunidad. Y me pregunto porque nunca nadie se atreve con ella...
Ahí va una parte del reportaje que muchos ya habreis leído en el País
Don Edelmiro y el viaje al santuario de Fátima
Edelmiro Rial era, en 1996, un cura joven de 27 años. Comenzaba entonces las tareas propias del sacerdocio. La diócesis de Tui-Vigo le encomendaba la dirección espiritual de dos parroquias del municipio de Baiona (Pontevedra). Edelmiro simultaneó esta labor con las clases de religión, como profesor también designado por la diócesis, en el instituto Primero de Marzo. Apenas cuatro años después de su nombramiento, surgieron las denuncias.
Edelmiro había establecido una relación más estrecha al menos con seis de sus alumnos (algunos de ellos familiares entre sí), a quienes también había captado como monaguillos. Edelmiro se mostraba como un joven educado, simpático y siempre solícito hacia las familias de los muchachos. Compartía actividades con los chavales, les ayudaba en las tareas escolares y se ofrecía también a sus padres como canguro. "Edelmiro estaba siempre dispuesto con tal de quedarse al lado de los chavales", recuerda una de las madres.
La sentencia dictada por el Supremo en 2004 desmenuza los hechos con cierto detalle y de ellos se deduce un modus operandi. "Lo llevó a la casa parroquial, donde, tras estar jugando con el ordenador hasta aproximadamente la una de la madrugada, y con la disculpa puesta por el inculpado de que era para no tener que hacer otra cama, se acostaron los dos en calzoncillos en una misma cama y, después de un cierto tiempo, comenzó el acusado, movido por sus deseos libidinosos, a efectuar tocamientos sobre...". Los hechos se reproducen de forma casi idéntica en los demás casos: invitaciones a su casa para hacer tareas escolares, llamadas a las madres para tranquilizarlas... y el posterior abuso del menor aprovechando que se acostaban en la misma cama.
Los abusos, los tocamientos y las felaciones fueron continuadas en el tiempo (incluso, aprovechando también una excursión al santuario portugués de Fátima). De ahí, la sentencia concluye que "a consecuencia de todos los actos anteriormente descritos, los menores resultaron con similares problemas de ansiedad, inseguridad y depresión".
Los menores callaron durante un tiempo, hasta que un día de Nochebuena, una de las madres escuchó parte de una conversación entre ellos. La madre se inquietó, comenzó a interrogarles y obtuvo una confesión.
A partir de ese momento comenzó una pesadilla para los familiares. Había más chavales afectados por el comportamiento del sacerdote, pero no todos aceptaron emprender la dura tarea de la denuncia. "La directora del colegio tampoco fue muy comprensiva con nosotros", recuerda la madre. Hubo padres y fieles de las parroquias que se posicionaron en contra de los denunciantes, comenzaron las amenazas, las tensiones, los daños materiales en bienes de los afectados y el escándalo consiguiente.
La Audiencia condenó al sacerdote a 15 años de prisión, pero el Supremo elevó dicha condena a 21 años. Aquello no significó el fin del drama para familiares y afectados. Fuentes de Instituciones Penitenciarias reconocen que hubo presiones para que el sacerdote gozara de privilegios durante su estancia en prisión. En breve tiempo alcanzó el tercer grado (la semilibertad) gracias a un contrato de trabajo ofrecido por una pequeña empresa de telefonía de Vigo. No hay ningún testigo que haya podido verificar que Edelmiro esté cumpliendo realmente con dicho contrato.
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