16/04/10


[Q]ue para mí, la declaración de amor, fundamental, imprescindible, fíjate, por más que tú vengas con que son tonterías, que no lo son, no son tonterías, ya ves tú, que, te pones a ver, y el noviazgo es el paso más importante en la vida de un hombre y de una mujer, que no es hablar por hablar, y, lógicamente ese paso debe de ser solemne, inclusive, si me apuras, ajustado a unas palabras rituales, acuérdate de lo que decía la pobre mamá, que en paz descanse
[Q]ue el matrimonio será un Sacramento y todo lo que tú quieras, pero el noviazgo, cariño, es la puerta de ese Sacramento, que no es una nadería, y hay también que formalizarlo, que ya sé que fórmulas hay muchísimas, montones, qué me vas a decir a mí, desde "el te quiero" al "me gustaría que fueses la madre de mis hijos" con todo lo cursi que sea, figúrate de sorche y de criada, pero, a pesar de todo, es una fórmula y, como tal, me vale
[H]ay vocaciones para pobres y vocaciones para gente bien, cada uno en su clase [P]ero para las niñas no hay vocación que valga, la ley del embudo como yo digo, eso no rige, y si tienen vocación de madre, lo más noble que puede haber, que se aguanten y al Instituto, por la sencilla razón de que las niñas no pueden ser ignorantes, qué menos que el bachiller, que me herías en lo más vivo.

1 comentario:

  1. La importancia del noviazgo estriba sobre todo, tal y como reconocerá Carmen, en la declaración: "[Q]ue a mí las cosas bien hechas, Mario, y la declaración para ser novios es como la bendición para ser marido y mujer, la misma cosa" (124). La declaración para ser novios lleva implícita la obligación de matrimonio, como un contrato social. De ahí también la importancia de "formalizar" el noviazgo:

    Carmen continúa las enseñanzas de los rituales "femeninos" que le vienen de su madre, siguiendo con la perpetuación social y de clase de las funciones y destinos reservados a las mujeres. Anna Balletbò habla de la importancia de educar a la mujer empezando por la niña (16) y esto fue lo que hizo la Sección Femenina como parte de su nueva política lo que incluía la separación de género sexual en las escuelas y obediencia al marido. Balletbò señala las revistas infantiles para chicas como elemento socializador de la política del estado:
    La revista (Mis chicas), nacida en el marco de los cupos fijos de papel-prensa, se inserta ideológicamente en el ambiente de separación educativa propugnada oficialmente a partir de la visión de que los roles que niños y tienen reservados en la sociedad son diferentes. [...] preocuparse de la belleza personal, es decir, prepararse para gustar al hombre, ser calladas y obedientes, desear ardientemente la futura maternidad y sublimarla, de momento, dedicando una cuidada atención a la niña oficial de la revista, "Mariló", y especialmente a "Chupete" (Balletbò 16-17)
    Este ideal de obediencia y sumisión se enfatiza especialmente durante el primer franquismo, ya que de lo que se trataba era de erradicar los modelos de conducta femenina anteriores. Como señala Batllebò, la mujer durante la República mantenía la igualdad jurídica respecto al hombre y no le estaba vedada la vida pública (10). Carmen Martín Gaite defiende la misma idea de que la mujer debía comportarse socialmente como mandaban los cánones ya que de su comportamiento dependía el futuro de la familia que iba a formar (27). De nuevo, según la doctrina oficial y la Iglesia, el matrimonio era la función natural de las mujeres y viene siempre precedido de un noviazgo formal y, en la mayoría de los casos, largo:

    Carmen toma como referente de madre a la suya propia, a la cual no deja de ensalzar ni un solo momento en toda la novela, e intenta trasmitir las mismas cualidades a sus hijas, especialmente a la mayor, Menchu. "¿Sabes lo que decía mamá a este respecto? Decía, verás, decía, "a una muchacha bien, le sobra con saber pisar, saber mirar y saber sonreír y estas cosas no las enseña el mejor catedrático". ¿Qué te parece? (76).
    Carmen defiende la vocación de madre para su hija como algo noble y mantenerlas en su ignorancia para poder casarlas bien, cosa que ella no logró. A esto dedicará sus energías Carmen a partir de ahora, repitiendo los prejuicios de género sexual y transmitiéndolos a sus hijas. Sus dardos venenosos van a parar a Encarna, la cuñada, una intelectual que comprendía a Mario, y a la cual ve como una mala influencia para Menchu: "Lo que la pasa a tu cuñada, cariño, es que es un marimacho, que de feminidad, cero, como yo digo" (157-8). Los valores que la Sección Femenina y la Iglesia se dedicaban a predicar con tanto fervor calaron hondo en Carmen, aunque la mayor parte del éxito se debe a la educación que recibió de su madre. Carmen defenderá la vocación de madre para las hijas, oponiéndose a que estudien y a los deseos de Mario

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