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Y sobre todo, querido, que ya no tienes edad de andar en bicicleta, que no eres un niño,
que aunque te obstines en agarrarte a la infancia los años no pasan en balde, a ver, es ley
de vida, contra eso no hay quien luche, acuérdate de mamá, que en paz descanse, “todo
tiene remedio menos la muerte”, que todavía en una mujer... Si quieres que te diga la
verdad no me entra en la cabeza ese tonto afán tuyo por conservarte en forma, correrte
cincuenta kilómetros en bicicleta a lo bobo, sin ir a ninguna parte ni nada, que hay gustos
que merecen palos, no me digas, que ese esfuerzo bien orientado, que es lo que digo yo,
¿cómo ibas a engordar? Otra cosa sería si fueses un atleta, pero físicamente tenías bien
poco que perder, cariño, no valías dos reales, larguirucho, que yo recuerdo en la playa, tan
blanquito, que es algo que por vueltas que le dé nunca llegaré a comprenderlo, porque, si
no tenías nada, ¿qué es lo que querías conservar si me lo puedes decir? Escribir bien no sé
si escribirás, que en eso no me meto, pero lo que es de deportista ni pun, las cosas claras, ni
la facha, la antítesis, fíjate, a cada cual lo suyo. Y si Ramón Filgueira te recibió en su
despacho como un padre, que tú mismo lo reconoces, ¿a qué ton echar los pies por alto y
poner al guardia de vuelta y media, si tú nunca has sido embustero?

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