
Esta función pedagógica del varón que dimana de su mayor sabiduría y prudencia, así como de la responsabilidad que tiene sobre la conducta de su mujer ente la sociedad y ante Dios, ha sido una coartada de oro para ejercer toda clase de violencias sobre la mujer. (…)
La violencia actual contra la mujer es el despliegue natural de la violencia potencial encerrada en la estructura del matrimonio cristiano; pero propio de la violencia estructural es que cuando se manifiesta en actos explícitos, estos actos violentos aparezcan interpretados y justificados como actos de otro tipo: como actos pedagógicos, por ejemplo, o como actos de responsabilidad, o como una defensa de los principios, o como una llamada al orden, etc., el marido violento no se considera culpable, ni siquiera violento, pues la estructura dentro de la cual actúa hace parecer razonable su conducta.
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